Prueba BMW M850i xDrive: un coupé difícil de mejorar

Ramiro Mansanet    @RamiroMansanet    23 diciembre 2019     7 min.
Prueba BMW M850i xDrive: un coupé difícil de mejorar

Ha sido terrible tener que devolver el coche a BMW España y volver a la cruda realidad. La Serie 8 de BMW y en particular este M850i xDrive representan la perfección de lo que debe ser el mejor coupé: Grande y deportivo, elegante muy tecnológico y con una dinámica sin tacha. Seguro que tiene algo malo…

BMW no nos sorprende casi nunca. O nunca. Siempre están al máximo nivel y eso es algo muy de agradecer. Pero con este coche nos han dejado realmente noqueados imaginando, no sin cierto temor, lo que puede dar de sí el M8 que aún está por llegar, aunque esto es un tema de otra prueba.

Para valorar el M850i xDrive lo mejor sería comenzar enumerando todo lo que no nos gusta… el maletero es incluso grande para este tipo de coche, siempre está el precio, pero eso es de pobres, ya me lo dijeron hace muchos años cuando escribía para la revista Ferrari en España. Pues entonces no le encuentro una pega.

 El BMW M850i xDrive es un gran turismo de 2+2 plazas de gran tamaño y elegancia capaz de satisfacer al más exigente de los conductores. Lo tiene todo y
todo lo hace bien.

La actual Serie 8 ofrece hasta ocho variables entre carrocerías coupé y cabrio, sin olvidar los Gran Coupé de cuatro puertas que aún están por llegar al mercado. Hay motores de gasolina con 340 y 530 CV y diésel de 320 CV. De ellos elegimos el M850i xDrive al que sin duda le sobra potencia para enamorar y aúna todo lo que le exigimos a un gran coupé.

Un motor V8 que enamora

El M850i xDrive nos parece la opción perfecta, ultradeportiva y más equilibrada de una gama de elite de BMW. El motor es un escultural V8 turbocomprimido de 4,4 litros con dos árboles de levas que actúan sobre las 32 válvulas de admisión y escape para generar esos anunciados 530 CV a 5.500 rpm junto a un par motor de 750 Nm a solo 1.800 rpm. Con semejantes cifras es fácil imaginar la capacidad de movimiento de este coche que, pese a sus dos toneladas de peso, no muestra ni tiene zonas de bajo rendimiento, ni momentos de espera ni nada similar.

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Su funcionamiento es casi como si de un interruptor se tratara: on/off. Si se presiona el acelerador llega la potencia a discreción, siempre con la dosis elegida, con progresividad e incluso dulzura o con la violencia suficiente como para que se resienta el cuello y los pasajeros se hundan en los cómodos asientos.

Cuando hacemos referencia a esa “violencia”, conviene no olvidar que hablamos de un coche que pese a lo que marca en báscula completa el 0 a 100 km/h en solo 3,7 segundos y en poco más llega a los 250 km/h, que es su velocidad máxima, limitada electrónicamente.

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El motor es de una exquisitez extrema, por suavidad, baja rumorosidad y capacidad de empuje y puestos a destacar todo lo que nos gusta podemos incluir también los consumos. Porque cuidando el acelerador es posible dejarlo en diez litros para cada cien kilómetros, aunque no es fácil. Lo más sencillo es rondar los doce litros para cada 100 km y disfrutando de lo que nos ofrece es difícil bajarlo de 15 litros en idéntica distancia. En cualquier caso, es un consumo más que razonable si recordamos que estamos ante un brutal V8 de 4,4 litros turbo que arrastra más de dos toneladas con la agilidad de un ligero GTi.

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El imponente motor está acertadamente asociado a una caja de cambios automática con mando secuencial y levas en el volante de ocho velocidades que es también una auténtica delicia. Es una caja ZF que cumple su función con sobresaliente. Muy suave en su funcionamiento, tanto que casi ni se aprecian los cambios, y al mismo tiempo, enérgica y deportiva si se le solicita la máxima atención.

Jugando con las levas se puede practicar una conducción deportiva de auténtico Fórmula 1, con un mínimo tiempo de respuesta y un resultado impecable. Las hay más rápidas, pero no mucho mejores. Con un motor y cambio semejantes puede parecer que todo está dicho y hecho, pero es justamente a partir de este momento cuando de verdad el BMW empieza a mostrar lo que realmente es.

Tracción total para una máxima eficacia

La tracción total variable y un bastidor sin tacha, casi futurista por su tecnología, tan efectivo que parece inteligente, tan intuitivo que da la impresión de que se anticipa a lo que desea o piensa el conductor, es lo que realmente marca la diferencia.

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En la consola, junto al pomo de la caja de cambios el conductor dispone de una serie de botones que transforman la dinámica de conducción del BMW. Puede elegir entre EcoPro, Confort, Sport y Sport Plus, que son los distintos modos de uso. Se trata de un completo control electrónico que afecta a todo, desde la amortiguación a la electrónica del motor. La transformación es espectacular.

El sistema de suspensión, de ruedas independientes delante y detrás, emplea amortiguadores activos de dureza variable sensibles a las indicaciones de los diferentes modos de uso y también a la forma de conducir del usuario e incluso al tipo de carretera sobre el que circula. En función de modo de uso seleccionado se modifica la electrónica del motor y cambio, la sensibilidad del acelerador, el control de tracción, el reparto de par entre ambos ejes, la instrumentación digital e incluso el ángulo de giro de las ruedas posteriores, que son directrices y las culpables en gran medida de que sea un coche tan ágil.

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La tracción en modo convencional es a las ruedas posteriores, aunque el tren delantero siempre recibe al menos el cinco por cierto del par. En función del deslizamiento de las ruedas que el sistema de control electrónico detecte, este se encarga de enviar tanto par como sea necesario al tren anterior, recurriendo además a un efectivo diferencial trasero activo, de deslizamiento limitado, que se encarga de distribuir el par entre ambas ruedas.

Prestaciones excepcionales: los 3,7 segundos que emplea en el 0 a 100 y la facilidad con la que alcanza los 250 km/h lo dicen todo.

Con semejante artillería volar raso en la mejor autopista no tiene el más mínimo mérito. Se podría decir que es su hábitat ideal es la autopista y allí el BMW M850i xDrive puede mantener velocidades fuera de los límites de la lógica con toda facilidad, pero lo más sorprendente es que no solo no se achica en los tramos más virados, es que en realidad se desenvuelve como pez en el agua pese a su tamaño y su peso.

Además del tren posterior de ruedas directrices, que ayuda mucho, tampoco hay que olvidar que monta barras estabilizadoras activas que consiguen un resultado similar a la suspensión activa evitando en gran medida las inclinaciones laterales.

Este sistema de control electrónico aporta un plus de deportividad sobresaliente a la dinámica del coche, que solo requiere apoyarse sobre unas excelentes gomas montadas en llantas de 20 pulgadas y unos igualmente potentes frenos, los delanteros discos de 395 mm con pinzas de cuatro bombines, para que el comportamiento de este BMW M850i xDrive sea valorado, de forma casi obligada, como sencillamente excepcional.

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Además lleva la M de BMW Motorsport en su nombre a falta de que en su día llegue un arrollador M8. Eso dice mucho de este coche, aunque en este caso la M se intuye más por la tecnología aplicada, algo de decoración y la fibra de carbono casi a discreción. En nuestra unidad, además de spoiler, labios inferiores y alerón, la fibra de carbono estaba presente de forma masiva incluso en el techo, lo que permite bajar el centro de gravedad de forma contundente, y eso se percibe también en una notable mejora dinámica.

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El precio, 140.400 euros, es alto, pero casi parece el adecuado dado el nivel tecnológico desplegado y lo que consigue y ofrece, más allá de opciones costosas como el techo de fibra de carbono, el pomo del cambio de cristal tallado o el equipo de audio firmado por Harman & Kardon… Sinceramente no le quitaría nada. Me parece una obra de arte.

 

Galería de imágenes BMW M850i

Fotografía: P. Morera y BMW

 

 

 

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